"Generation May Be". Reportatge
Al final del reportaje, recogemos más iniciativas relacionadas con la danza, las relaciones intergeneracionales y la educación.
GENERATION MAY BE
“Alles Ständische und Stehende verdampft” (Todo lo que es sólido se desvanece en el aire).
Han transcurrido seis meses desde que Yeri Anarika acudió a Dresden para llevar a cabo un proyecto de creación de danza teatro con estudiantes de la Escuela 121 del barrio de Prohlis, un grupo de oldies mayores de sesenta y cinco años, y una decena de bailarines de street dance residentes en Dresden.
Casi al principio del proceso de creación, decidí visitar Dresden para sumergirme en el trabajo que Yeri estaba realizando tanto a nivel artístico como pedagógico, reflexivo e intergeneracional. Generation May Be era, por aquel entonces, tan sólo un embrión. Investigaban sobre los conceptos clave en torno a los que giraría la pieza, siendo su tarea extraer conclusiones que, más tarde, abstraerían para transformar la palabra en movimiento y, el movimiento, en emoción.
Generation May Be es, entre otras cosas, un alegato en contra de la superficialidad existente en las nuevas formas de comunicación desde que el mundo virtual ha arremetido en nuestras vidas, en nuestra forma de trabajar y, valga la redundancia, en la manera en la que nos mostramos al mundo y establecemos contacto con el resto de la sociedad. Es una crítica a la realidad desvirtuada. A su vez, en clave de tragicomedia, ejerce de aparador de exposición de los infinitos modelos de familia que se dan hoy en día, así como también señala la debilitación de los lazos familiares dados los problemas de atención y comunicación existentes entre sus miembros.
“Meine Eltern haben meine Computerzeit auf eine Stunde verkürzt, weil Zocken angeblich die Aufmerksamkeitspanne verkürzt. Dabei schauen sie selber die ganze Zeit auf ihr Handy. Aber, egal.” [1]
(Mis padres han limitado mi tiempo con el ordenador a una hora porque el juego supuestamente acorta la capacidad de atención. Al mismo tiempo les encuentras todo el tiempo mirando su propio smartphone. Pero claro, no importa).
Prevenidos.
Los setenta y cinco participantes del proyecto caminan sobre la GroBer Saal del Hellerau cuando el público se dispone a entrar y ocupar sus asientos. Dibujan dos grandes esferas que giran en direcciones opuestas. Bajo sus pies, una proyección acuática, quizá simbolizando a Bauman y su vida líquida. La atmósfera es inquietante. Se entrelazan las manos casi robóticamente para, finalmente, caer todos derribados dejando que sus cuerpos yazcan en el escenario. Generation May Be ya es un hecho.
Durante la siguiente hora, la sucesión de escenas entre el teatro, la música, la danza contemporánea y diversos estilos de street dance llevan al público al entendimiento del trabajo realizado. Se respira una atmósfera de comunión entre jóvenes y mayores, entre amateurs y profesionales. Todos están donde deben estar, el proyecto reafirma su sentido y la calidad es inmensa.
Para los más jóvenes éste ha sido su primer contacto con la danza y el resultado es asombroso. Existe riesgo en cada una de las transiciones que realizan, su concentración debe estar al cien por cien para no errar en el dibujo general. Saben por dónde caminan, conocen las trayectorias… Desempeñan las coreografías –para nada sencillas– casi como si de un cuerpo de baile profesional se tratase. Todos dentro de los tiempos musicales pactados, misma respiración, destreza y presencia escénica admirable. Su atención, motivación y energía están ahí. Puede verse, incluso palparse.
Repentinamente, el escenario se convierte en una oficina. En ella encontramos a hombres enganchados a sus teléfonos y ordenadores. En ese escenario , unos niños –sus hijos, ¿quizás?– acuden a ellos en reclamo de su atención y, sin embargo, éstos son incapaces de abstraerse de lo que sucede en su pantalla. La asfixia laboral puede con ellos y es entonces cuando los niños se sublevan. Suben a sus mesas y patalean por el tiempo que les pertenece ante la mirada perdida y el movimiento repetitivo, ya casi inconsciente, de los adultos.
Una de las mejores escenas a nivel teatral de la pieza es la denominada patchwork familiar. En ella se describe cómo un primer modelo de familia se ha ido modificando a medida que las relaciones entre los adultos se han ido transformando. Así bien, encontramos una primera familia formada por madre, padre e hijo que hacen una breve descripción de sí mismos. Tras la separación de los padres, nuevos miembros se añaden al clan familiar: el nuevo novio de la madre, diferentes novias del padre, hermanos nacidos de los nuevos núcleos familiares, etc. Todos ellos van situándose en el escenario –por orden de apariencia en la narración– para describir, a modo de mapa conceptual, la gran foto familiar final. Se me antoja una retrospección sobre la perduración de las relaciones sentimentales años atrás y cómo éste modelo de amor va perdiendo fuerza en la era contemporánea. La construcción de la escena es tan clara e hilarante que el público estalla de risa. Más que una crítica a la debilidad o fortaleza, estabilidad o inestabilidad de las relaciones, esta escena evidencia las transformaciones en nuestra forma de relacionarnos a medida que los tiempos y prioridades van cambiando.
“Die familiäre Struktur ist wie geschmolzen, sie verfällt schnell. Sie bildet sich neu”. [2]
(La estructura familiar está como derretida, expira rápidamente. Se forma de nuevo).
Y de nuevo, sin apenas darnos cuenta, el escenario se transforma en una concurrida calle. La luz es tenue, los participantes caminan, cruzándose entre ellos sin establecer contacto, sin verse… Algunos vagan con la mirada perdida, otros simplemente siguiendo las actualizaciones de sus redes sociales. Todo sugiere que no están abiertos al mundo… Al menos a éste. Sin embargo, en ese mismo universo (¿en esa misma calle?), una chica baila. Sus movimientos son suaves pero poderosos. Se mueve entre los zombis que deambulan, su mirada sí está viva… Nadie le ve, nadie le escucha, no sabemos si necesita ayuda, pero sabemos que está presente y conectada, y eso genera esperanza a un posible cambio, a una manera diferente de entender el mundo, de estar en él. Una escena claramente poética.
“Ich mache mir Gedanken über michselbst, bessere als über die Krimkrise, die ich nicht ganz verstehe oder das verschwundene Flugzeug oder über Liquid Democracy. Soll mich das alles interessieren?” [3]
(Estoy pensando en mí, mejor que el Krimkrise que no entiendo muy bien o el avión desaparecido o la Democracia Líquida ¿Debo cuidar de todo eso?)
La experiencia me dice que muchos de los proyectos que cabalgan entre lo artístico y la mediación suelen tener muy buenos resultados en cuanto a procedimiento se refiere debido a la experiencia que viven los participantes. En cambio, a sabiendas de que ese no es el objetivo principal, el resultado artístico a nivel cualitativo es, en ocasiones, endeble. No obstante, en Generation May Be se satisfacen los dos propósitos. El proyecto, haciendo honor a la dualidad del significado generación, también ha posibilitado la acción y el efecto de generar.
Generation May Be ha conseguido reunir a tres generaciones diferentes de una misma población, creando vínculos entre ellos y sobre el territorio que habitan. Los participantes se han enriquecido los unos a los otros a nivel intelectual, hallando otras realidades y formas de expresión –música, teatro, danza–. El valor del trabajo que Yeri Anarika ha realizado reside en facilitar que los participantes descubran su potencial creativo y, no quedándose ahí, ayudarles a vehicularlo dando forma a un material que pueden extraer de sus propias vivencias y experiencias. Además, se ha querido fomentar la toma de conciencia sobre determinados temas, haciéndolos emerger y reflexionando sobre ello. A los participantes se les ha hecho responsables y se les ha dado la palabra, para crear y trabajar una miscelánea de manera colectiva.
Generation May Be finaliza con una fiesta en escena, como una gran familia… Bailan, se abrazan, improvisan. Gracias a la existencia de estructuras –que permiten la inclusión de las disciplinas artísticas en las escuelas–, proyectos como Generation May Be dejan huella en el concepto de un modelo de educación más integral. Y, a los que podemos disfrutarlo desde fuera, nos emociona y nos hace reflexionar sin dejarnos indiferentes.
María Ferrer
Titulada en danza clásica y contemporánea. Cofundadora de la Cía. Improntas Danza-Teatro, ha colaborado en diferentes compañías de danza. Licenciada en Pedagogía, también ha trabajado como asistente educativa en proyectos que vinculan la danza con la transformación y la participación social, como Danza en Familia y Avis amb Futur.
[1] Material original extraído de las propias vivencias o conclusiones de los participantes.
[2] Material original extraído de las propias vivencias o conclusiones de los participantes.
[3] Material original extraído de las propias vivencias o conclusiones de los participantes.
Más información sobre el festival Kids on stage en la página web del Hellerau:
hellerau.org/kids-on-stage
Más información sobre la artista Yeri Anarika Sánchez:
yerianarika.com
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MÁS INICIATIVAS:
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AVIS NÉTS. Taller de danza para abuelos y niños.
lacaldera.info/taller-avis-nets
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Hasta el 30 de septiembre.
Centre Cívic Les Corts (Barcelona).
La Caldera Centre de Creació de Dansa i Arts Escèniques.
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APRENDANZA. Encuentro de danza y educación para docentes.
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Del 26 al 28 de septiembre
Sedes de la Compañía Nacional de Danza (CND) y Matadero Madrid.
Iniciativa de la CND, organizada por LÓVA con la colaboración de Matadero Madrid y patrocinio de Fundación Loewe.
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ÀNIMA PROYECTO. Destinado a mujeres mayores de 70 años.
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Hasta octubre de 2014.
Vilanova i la Geltrú.
Proyecto de Cía. Mariantònia Oliver (Mao), con la colaboración de Obra Social “La Caixa” y el Ayuntamiento de Vilanova i la Geltrú.
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