Sobre la mediación cultural digital
Al teclear estas palabras, aún pesa el brazo izquierdo. En el momento de decidir cuál de los dos sería más oportuno punzar con la aguja de la vacuna, recopilamos la lista de tareas que teníamos por delante: avanzar algunas palabras en el artículo, responder tres emails, asistir a una videollamada, revisar el código del último proyecto que estamos desarrollando… ¿Cuánto iba a afectarnos un dolor en el brazo en el desempeño de la actividad delante de la pantalla? ¿Qué mano trabaja menos cuando escribimos en el teclado?
A pesar de elegir el brazo incorrecto (nunca hay uno bueno para el dolor), el malestar no ha sido para tanto. De hecho, ha resultado ser un dolor amable: un dolor que reconecta mente y cuerpo, cuerpo y acción, acción y la promesa de coincidir pronto con otros cuerpos sin miedo.
Según los medios, lo peor ya ha pasado. Las salas de los museos vuelven a llenarse de visitantes. El Museo del Prado reabrió sus puertas exhibiendo parte de su colección bajo el título de «Reencuentro«, incidiendo en la idea de «econtrar de nuevo», «recuperar algo perdido». Las miradas, ávidas de texturas y sombras, vuelven a recorrer las obras originales; las mediadoras regresan a la presencialidad con propuestas condicionadas por los protocolos sanitarios.
mediar sin cuerpos, obra, ni museo (físicos)
Durante el confinamiento, la mediación cultural (que definimos como la práctica que se ubica entre el público y las obras, facilitando así la conversación entre ambas) se vio obligada a adaptar sus metodologías a la virtualidad. Esta conversación entre públicos y colecciones, que tiene como fin estrechar vínculos, ampliar campos de conocimiento y generar relaciones hipertextuales donde pequeños detalles de las colecciones condensan datos relevantes para el presente, debía experimentarse desde la ubicuidad. Para ello, resultaba inevitable poner en valor aquellas narrativas, antes aparentemente secundarias, que nos ofrecen las colecciones cuando no podemos verlas presencialmente. Colocar lo digital en el centro como consecuencia del aislamiento ha subrayado aquellas dimensiones de la mediación cultural que antes, por ser tan cotidianas, resultaban casi invisibles.
Colocar lo digital en el centro a raíz del aislamiento ha subrayado aquellas dimensiones de la mediación cultural que antes resultaban casi invisibles
La mayoría de propuestas de mediación en museos todavía considera medular que el público esté frente a la obra. En la sala expositiva, el aura del objeto artístico se ve reforzada gracias a distintos mecanismos de control sobre el visitante: el acceso regulado al museo, la vigilancia en sala, la imposición del silencio, una normativa que define lo que se puede hacer y lo que no. Este control también se ejerce sobre la manera en que pensamos las obras; a través de las voces autorizadas encarnadas en textos, las mediaciones de las educadoras o las audioguías. La visita presencial del museo se convierte en una experiencia ritual y elevada, donde el cuerpo procura adaptarse al contexto, predisponiéndose a disfrutar de la obra de arte desde la admiración.
Esta dicotomía forzada entre presencia y ausencia, piel y píxeles, ha cuestionado ciertas bases sobre las que la mediación cultural se asentaba hasta la llegada de la pandemia. En este texto, pretendemos aterrizar el concepto de mediación cultural digital que, si bien no ha nacido de la mano de la crisis del COVID-19, sí que ha puesto de manifiesto la necesidad de ampliar su investigación, creando herramientas que nos ayuden a ensanchar los campos de la mediación cultural en un mundo hiperconectado e inmediato, en el que cada vez tiene menos sentido la confrontación realidad/virtualidad.
el museo tecnificado: mediación cultural digital
A pesar de que la tecnología nos ha provisto de recursos indispensables para continuar con las actividades culturales durante la pandemia, el proceos de tecnificación del museo viene de antes. Las instituciones ya contaban con tecnologías de mediación: desde audioguías hasta páginas web con información detallada sobre las colecciones y recorridos públicos diseñados para la visita. No obstante, en la mayoría de estas propuestas, el uso de la tecnología tiene más que ver con la adaptación de la institución a los nuevos medios y la optimización de recursos, pudiendo ser fácilmente sustituidas por otros dispositivos analógicos o un equipo mayor de mediadoras en plantilla.
Por mediación cultural digital queremos referirnos a aquellas prácticas donde el uso de la tecnología (sea sonora, audiovisual, táctil, interactiva…) es definitorio en el diseño y ejecución de la propuesta. Prácticas que, desde las lógicas y poéticas de lo digital, operan para enriquecer y expandir activamente las posibilidades de la mediación. En ellas la tecnología se vuelve imprescindible para entender y ejecutar la propuesta de mediación, y la dimensión física del museo se torna secundaria, pues estas propuestas pueden ser autocontenidas y ajenas a la presencialidad en las salas y de los objetos.
La mediación cultural digital opera para enriquecer y expandir activamente las posibilidades de la mediación
Intervenir la página web del museo, plantear un recorrido a través de hipervínculos, abordar el Museo y sus colecciones mediante un videojuego, una experiencia inmersiva, reinterpretar una colección a través de una playlist… Incluimos, incluso, aquellas propuestas en las que la tecnología no se encuentra presente más que a nivel conceptual: performar una visita al museo como si fuera una página web, articular un recorrido basado en las lógicas del Big Data. Todos ellos ejemplos de experiencias donde la tecnología tiene un papel insustituible, puesto que la mediación se encuentra plenamente incardinada en un pensamiento tecnológico.
Videojuego 200 y + del Museo del Prado
el museo en la pantalla: mediación cultural online
Cuando el proceso de mediación digital no se vincula a la experiencia presencial, deja de ser un recurso complementario y tiene lugar de manera exclusiva en el espacio virtual, hablamos de mediación cultural online. Una mediación deslocalizada y asincrónica. Una práctica que, pese a su aparente radicalidad, vehicula de manera más orgánica muchas de las intuiciones y propuestas en torno a las cuales las mediadoras en museos y centros de arte llevan trabajando desde hace décadas.
Nos referimos, por ejemplo, a propuestas que abordan la visita a las colecciones/exposiciones desde la no-linealidad y lo rizomático. Se generan así nuevas relaciones y significaciones por parte de los públicos, legitimando una aproximación a los contenidos a partir de una experiencia de navegación propia y singular. El museo, entonces, se convierte en un espacio acogedor, integrador y honesto. Este enfoque es también el vector que articula nuestro movimiento en Internet: nos acercamos a las obras haciendo zoom, nos deslizamos por sus pasillos a través de un scroll, lo apelamos y reinterpretamos todo desde la interactividad del medio.
Creemos importante incidir en estas correspondencias entre la mediación presencial y la online desde la convicción de que puede crearse vínculo desde el hipervínculo, así como emoción y afecto a las colecciones desde la experiencia de lo digital. Pese a la aparente ausencia del cuerpo que parecemos percibir durante los procesos de mediación online, este sigue perfectamente presente: la carne late, aprehende, discurre al otro lado de la pantalla. El cuerpo experimenta un desplazamiento, pero no una desaparición.
La obra se transforma en un conjunto de píxeles; la agencia de catenarias y vigilantes de sala queda desactivada. Nuestro dedo toca, pincha, arrastra, sin temor a desgarrar el lienzo, manchar la piedra o partir la madera. Pero también existen maneras de «tocar» y «manipular» que resultan problemáticas en Internet: aquellas que inciden y se vinculan a cuestiones que afectan la identidad, la narratividad o la idiosincradia propia de la institución. La posibilidad de ejercer una manipulación directa por parte del «público digital» y generar espacios de reflexión institucional se debe a la particular agencia que obtiene el visitante cuando se relaciona con la obra online: la potencia de devenir mediador. Es así como la institución experimenta un desplazamiento y cambia de forma en la pantalla.
En esta ambivalencia entre presencial y digital surge la pregunta: ¿tiene la mediación online como fin último conducir a la sala de exposición? Como hemos mencionado, en el contexto de la pandemia, muchos museos apostaron por una generación desesperada de contenidos que contrarrestasen la carencia de visitas a los espacios físicos de la institución. Podría inferirse que la mediación online tiene un fin supletorio, ser una alternativa a la imposibilidad de la visita ya sea por distancia geográfica, temporalidad, circunstancias personales, etc. Aunque muchos de esos contenidos puedan perseguir este objetivo, la mediación online tiee su propia condición como lenguaje interpretativo, sus propias lógicas conceptuales y formales. Se trata de una reivindicación de la forma no tangible del Museo: precisamente, el conocimiento que difunde, y que no es exclusivo del encuentro físico con la obra.
La mediación online tiene su propia condición como lenguaje interpretativo, sus propias lógicas conceptuales y formales
Trabajar desde esta coherencia permite que se pueda llevar a cabo una mediación online que, a la vez que deslocalizada, pueda estar situada en el reflejo digital de la institución, profundamente conectada a su naturaleza y marco histórico, artístico, geográfico, político o social.
retos y contradicciones
Profesionalizarnos en el ámbito de la mediación digital nos ha conducido, a la vez, a ciertas problemáticas latentes en la naturaleza de estas propuestas.
Como hemos señalado, la mediación cultural digital no consiste en un mero tránsito del contenido analógico a la pantalla. Es por ello que resulta imprescindible proveer de formación y recursos adecuados a las mediadoras que deban adaptar su trabajo a la virtualidad, sin que ello suponga una nueva carga laboral y un incremento de su precarización.
Por otra parte, como es natural en el contexto del museo, el desarrollo de este tipo de propuestas depende de una estrecha colaboración interdepartamental. Encontrar una voz unificada que responda a la conveniencia de los diferentes departamentos que operan en la publicación de contenidos online no suele ser una labor sencilla y, como resultado, en ellos se experimenta más control y restricciones que en las acciones educativas que tienen lugar en sala. En este sentido, sería interesante generar espacios online alternativos (una suerte de web experimental) que acogieran propuestas de carácter más innovador.
Más allá de las complejidades asociadas a la institución, hemos de tener presentes las problemáticas relativas al propio medio. Además de las webs institucionales, las redes sociales de museos pueden también ser intervenidas como espacios divulgativos y experimentales de arte-educación. Es indispensable tener en cuenta la realidad de estas infraestructuras, propiedad de empresas privadas como Google o Facebook, cuyas lógicas neoliberales de uso, consumo y celeridad atraviesan inevitablemente las propuestas, no sólo en términos de difusión, sino también de propiedad y archivo. A este respecto, resultaría crucial generar proyectos en código Open Source y APIs públicas que facilitasen a la comunidad tecnológica el acceso a los contenidos del Museo.
Sin duda, los proyectos de mediación digital plantean importantes disyuntivas entre lo autónomo y lo dirigido, lo individual y lo colectivo, lo público y lo privado. Se proponen así muchos caminos para expandir y reactivar la institución como nodo capaza de acoger y vehicular nuestra experiencia artística e intelectual online, poniendo en el centro el pensamiento contemporáneo, crítico, creativo y en red.
vitrin.as | Galería online de proyectos de net.art inspirados en colecciones, espacios e historias de museos del territorio español. Situado entre la práctica artística, la mediación cultural online y el comisariado virtual, explora las posibilidades poéticas conceptuales y formales de Internet, tratando de generar un sistema cultural ubicuo, incidiendo especialmente en museos periféricos y fuera de la capitalidad. El primero de estos proyectos, “heriotza/hands”, es un chatroom inspirado por la propuesta de museografía alfabética que el Museo de Bellas Artes de Bilbao tuvo hasta el año 2021. Reflexiona así en torno a las colecciones artísticas como posible lenguaje y el modo en que las palabras afectan nuestra mirada. |
lo que pasa en la calle | Con motivo del Festival de Arte y Pensamiento TEK del Centro Cultural de España en Montevideo, Desmusea propuso un ejercicio de mediación digital online en torno al Museo de Arte Precolombino e Indígena. A lo largo de tres sesiones de trabajo online, un grupo de inteligencia colectiva intervino dos espacios 360º del museo extraídos de Google Street View para enriquecerlos con dimensiones emocionales, narrativas y propias. El grupo devino mediador y generó un nuevo museo virtual, en un ejercicio de apropiación y resignificación del museo desde la virtualidad. El interior del museo reflexiona en torno a cuestiones como la arquitectura y la historia del edificio, y el exterior habla del barrio y cómo afecta y es afectado por la institución. |
espacio (in)datable |
Taller que tuvo lugar en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid. El encuentro, que incorpora la digitalidad en su enfoque conceptual, proponía reflexionar acerca del museo en un contexto atravesado por la objetivación y datificación del mundo. Los museos, víctimas de estas lógicas cuantitativas, pueden considerarse también algoritmos primitivos que reconstruyen pasados en base a la recogida de datos e interpretación de los mismos. En la sesión llevamos a cabo un experimento curatorial recorriendo las salas que recreaban la casa señorial del siglo XVII con una visión descontextualizada, y proporcionando nuevos significados y sentidos a las piezas que nos rodeaban. Con este objetivo, tratamos de configurar un posible pasado que escapase de lo objetivo. |
esta historia ya tuvo lugar |
Propuesta de recorrido por el Museo Arqueológico Nacional, con la reflexión sobre el desarrollo tecnológico como hilo conductor de la visita. Así, la digitalidad se encuentra presente desde el pensamiento y no desde el uso de los aparatos que acompañen la visita. Partiendo del planteamiento de que los avances tecnológicos no son sino reformulaciones formales de soluciones que previamente habíamos alcanzado, miramos sus plaquetas paleolíticas como tablets y sus máscaras funerarias como filtros de Instagram, aventurando una digitalidad precedente no tan alejada de los usos y formas de nuestros dispositivos modernos. |
Sobre lxs autorxs
Desmusea es un colectivo artístico y de arte-educación formado por Clara Harguindey y Daniel Pecharromán en 2018. En los intersticios entre lo físico y lo virtual, Desmusea explora posibilidades conceptuales y formales en torno a museos y colecciones artísticas, detonando proyectos de mediación cultural que toman forma tanto en lo presencial como en la pantalla. Han trabajado con instituciones como el Museo Reina Sofía, el Centro Cultural Conde Duque o CaixaForum, impartido charlas y talleres en Medialab Prado, Tabakalera o el CCE Montevideo, y han sido residentes de Arte y Educación en Matadero Madrid entre los años 2019 y 2021.Puedes ver su trabajo aquí |