3ª crónica dislocada. El periodismo como contrapoder mancomunado
EL PERIODISMO COMO CONTRAPODER MANCOMUNADO
Víctor Sampedro, catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política de la URJC, estuvo en el Colegio de Periodistas de Barcelona para debatir entorno a su libro El Cuarto poder en red sobre el periodismo de ahora (calificado como zombie o de relaciones públicas) y el periodismo futuro (el que ya llega, filtrando documentos y datos). Lo hizo acompañado por Joan Subirats, también catedrático, pero de Ciencias Políticas de la UAB, y el periodista y escritor Guillem Martínez. Yo estuve allí y en esta crónica cuento lo que vi y oí.
No puedo dejar de comentar el extrañamiento que me produjo la escasa asistencia a un debate con este título, organizado por el Colegio de Periodistas de Barcelona y, además, en un día entre semana y sin Champions. A todos los presentes, unas 20 personas, nos extrañó e incluso Víctor Sampedro hizo este comentario sobre el hecho casi al final del acto: “No importa que seamos pocos. En el Foro Social de Kenia –donde WikiLeaks hizo su presentación pública en 2007– fueron 20 personas y Assange dijo: ¡pues vayamos a lo grande!”. Y de ahí, que cada cual extraiga sus propias conclusiones.
Prosigo, al estilo Sampedro, con unas disculpas: las suyas fueron por llegar tras horas metido en el edificio MediaTIC de Barcelona, “un engendro que seca neuronas aunque salgas a fumar”. Mis disculpas son por asistir a este debate con mi blog de notas en lugar de con una grabadora que me hubiera permitido no incumplir por lo menos uno de los requisitos del periodismo de código abierto: adjuntar los audios a las entrevistas (crónica, en este caso) que se publican. Así l@s lector@s hubieran podido cotejar lo allí dicho con lo aquí escrito. Hago propósito de enmienda y prosigo, respetando en lo posible el orden de los acontecimientos.
Guillem Martínez es el encargado de abrir la sesión, definiendo lo que para él es el leif motiv del libro de Sampedro: la propiedad de la información ¿De quién es la información?, ¿Cómo se facilita al ciudadano?, ¿Cómo se puede uno/a ganar la vida haciendo de intermediario en este trueque? Martínez va planteando estas preguntas mientras alude al desbarajuste reinante en España al respecto, “que precariza a los profesionales, pero da libertad a los medios, que en este país parece que no son de nadie”, afirma, de lo acostumbrados que estamos a que estén siempre en manos de los mismos.
Cuando le llega el turno a Joan Subirats, lo primero que nombra al introducir a Víctor Sampedro es el Máster en Comunicación, Cultura y Ciudadanía Digitales de la Universidad Rey Juan Carlos que imparte en Medialab Prado de Madrid. Subirats se refiere a Sampedro como alguien capaz de mirar hacia distintos flancos (el académico, el del conocimiento o el de la transformación social) sin bizquear y dibujando una elipsis desde “Nunca Mais” hasta el 15M para trazar el movimiento que ha roto el bloqueo informativo creado al alimón por el sistema político y el periodístico.
En un contexto de crisis de la política y de los media, en buena parte inducido por la globalización y los cambios tecnológicos, Subirats alaba la capacidad del 15M para utilizar las redes sociales no sólo para consumir, sino también para producir información y cambiar nuestra percepción de las cosas. Subraya la lógica multicapa de formaciones como Podemos, capaces de ser potentes en las redes sociales o en Radio Vallecas sin renunciar a La Sexta, explorando un sistema asambleario de coproducción, producción compartida, distribuida y colaborativa. En su opinión, los partidos tradicionales lo han querido solucionar por la vía rápida, contratando a un community manager pero sin entender que es mucho pretender querer ser horizontal en la comunicación mientras se mantiene intacta la jerarquía interna en la estructura del partido.
Difícil reproducir el hilo argumental del catedrático Subirats, con todas sus vueltas y matices, cuando habla de la red como herramienta de des(intermediación), de ataque al sistema comunicativo tradicional como único intermediario pero, a la vez, instaurando su propia lógica de re(intermediación), con las hábiles arañas de Google o Amazon tejiendo redes con el Departamento de Interior o los Servicios de Inteligencia norteamericanos, como denuncian Assange o Snowden. La capacidad de producir “contenido agregado” de entidades “sinónimo de lucro”, como Subirats define a Google, aprovechando la dificultad de control de los estados sobre la información en la red… ¿A qué y a quién sirve? Estamos, declara, ciertamente desprotegidos y necesitados de formación en criptología, como sugieren los ciberactivistas.
Cuando Sampedro toma la palabra también nos recuerda que Internet es una arma de doble filo, una herramienta de emancipación, pero también de control: “Sin mediadores, dicen, y estamos más mediados que nunca. Anónimos, dicen, y estamos siendo escaneados en tiempo real”. Su libro es el fruto de creer que le quedaba por lo menos una idea más por contar a sus alumnos: “transparencia para el poderoso y privacidad para el gobernado”, como apunta WikiLeaks. “Este libro no es el sueño de un ciberfetichista –puntualiza–, sino la reivindicación de un periodismo libre de código abierto que sepa aprovechar las puertas traseras por las que todo el mundo está entrando en mis datos”.
Esta idea toma cuerpo en tres trayectorias con las que el profesor quiere demostrar a sus alumnos que no todo está perdido. Una de estas trayectorias es la del “especialista en criptografía, herramienta para anonimarnos”, tal como define Sampedro a J. Assange, periodista, programador, hacker y activista, recluido en la embajada de Ecuador en Londres por el caso WikiLeaks, el foro mundial de filtraciones que preside. Las comunidades libres y distribuidas en la red, el periodismo de filtraciones y el Big Data o el desarrollo de la criptografía entendidos como contrapoder frente al estado y las corporaciones. Ahora, anuncia, se está tratando de filtrar el polémico TTPI (Transatlantic Trade and Investment Partnership o Tratado de Comercio e inversiones entre Europa y Estados Unidos). Como advertirá Martínez más adelante, para “que los tratados de libre comercio no nos cambien la vida de manera decimonónica”.
La segunda trayectoria inspiradora para Sampedro es la de Bradley Manning, ex marine y analista de inteligencia del ejército de los Estados Unidos que hackeó para WikiLeaks miles de documentos clasificados del Pentágono sobre las guerras de Afganistán e Irak. “Ahora se ha hackeado a sí mismo y es mujer bandera del movimiento queer”. La tercera y última trayectoria es la de Edward Snowden, abogado de derechos civiles, gay, blogger y ferviente defensor de la Primera Enmienda que trabajó para una empresa vinculada a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos y filtró al diario británico The Guardian información clasificada sobre el programa de vigilancia masiva de Internet en todo el mundo.
Frente a esto, señala el autor del libro, tenemos una profesión periodística que desconoce casi todo de su herramienta de trabajo, que confunde periodismo con relaciones públicas y se limita a redactar comunicados y a publicar contenidos formateados totalmente supeditados a las fuentes oficiales a cambio de favores políticos. Y también se pregunta: ¿A quienes están sirviendo? ¿Para quién publican? “El periodismo siempre ha sido un modo de contrapoder y yo añado, contrapoder mancomunado. Periodismo libre no es igual a barra libre: ¡la libertad se paga y muy cara!” Por ejemplo, empezando a costearse los propios medios como ya hacen muchos mediante crowdfunding, micro-donaciones o suscripciones.
Ante un periodismo de relaciones públicas que menosprecia al público a Sampedro le extraña que sigamos yendo al quiosco a por el periódico. “Assange y Cía. serían iconos en los años 70. Creo que Calle 13 le ha dedicado un tema, pero es algo anecdótico”. Lo interpreta como una muestra más de la corrección política de la industria cultural, “eliminando el poder simbólico de todo aquél que no sea un pequeño Nicolás”. También le extraña que la gente siga enganchada a Facebook o a Google que pueden cerrarnos el grifo en cualquier momento e invisibilizarnos, “a menos que nos organicemos tan bien como lo hacen ellos, como una comunidad conjurada en defensa de un bien común”.
Con un periodismo (de código) libre se acabó el medio como un dispositivo fijo. “Internet es la atmósfera por la que todo fluye. Que la SGAE vaya metiendo cánones: ¡compartir es copiar! Hay que reconceptualizar la propiedad intelectual. Cerrar el código del periodismo es una sinrazón: ¡si no quieres compartir, vive desinformado!”. Sampedro augura un cambio en la lógica capitalista de la propiedad/competencia. En el ámbito digital serán claves otros conceptos como el uso y el acceso. No la producción, sino la producción distribuida y el control de la circulación de los archivos 3D por las ciberautopistas. “Lo viejo tarda en morir, se llame SGAE o Spotify, y lo nuevo tarda en surgir. Hay que politizar el debate”.
Finalmente, una declaración de intenciones que transcribo con toda la exactitud que me permiten los jeroglíficos de mis notas: “Yo no quiero que mis alumnos crean, como quiere la esfera pública mediática, que lo único que les queda es emular a Pedro J. Ramírez. Que no nos hagan creer que en la esfera pública emergente se ha dicho la última palabra, no vamos a dejarles la pista libre para que bailen sólo ellos, ni vamos a cerrar el tenderete porque todavía nos lo podemos pasar muy bien. Nunca ha sido tan divertido y apasionante ser periodista. Nunca hemos tenido tanta audiencia potencial. El problema es educativo. Yo les digo a mis alumnos: aprended código y tendréis trabajo. Que aprendan de los DJ: hacen remezcla, tienen comunidad y están en permanente conexión con su audiencia. Que aprendan de los guionistas de las teleseries norteamericanas que han sabido crear comunidades internacionales que les traducen las series a cualquier idioma… Ante el sistema de vigilancia del mercado o la mercantilización de la cultura, creemos zonas temporalmente autónomas”. Algo que, concluye, practica todo periodista de raza para, en cuanto se siente demasiado vigilado, abandonarla e irse a liberar otra zona.
ENLACES DE INTERÉS CITADOS EN EL DEBATE:
ProPublica
Redacción independiente con sede en Nueva York que realiza periodismo de investigación de interés público. “Ganó un premio Pullitzer –comenta Sampedro– y vive de eso, de hacer gráficos acompañados por sus datos”, en contraposición a lo que él denomina gráficos de mercadotecnia, como por ejemplo los elaborados durante la Guerra del Golfo. propublica.org
El diario.es
Medio de comunicación digital español con parte de sus contenidos bajo licencia Creative Commons. “También vive de eso –señala Sampedro–, vale que no paga mucho, pero vive de eso”, es decir, del periodismo de interés público. “Es otra economía: o la confianza de los lectores o la de los mercados”. eldiario.es
Blog El 4º Poder en Red. Diario Público
Con sus alumnos, Sampedro publica este blog del periódico digital español Público. Para Sampedro, es un lugar “donde entender la información como un bien común, aprender a trabajar en una redacción abierta y expandida por nodos, y sobrevivir con su inteligencia y su ética”. blogs.publico.es/el-cuarto-poder-en-red
Exposición Big Bang Data. CCCB
Sampedro recomienda la visita a esta exposición del CCCB para descubrir “la retórica de Internet sobre la descorporización. La nube es muy material: hay mucho cable y mucha central de datos”.
Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Hasta el 16 de noviembre. cccb.org/big-bang-data
SUGERENCIA DE LA AUTORA DE LA CRÓNICA:
Artículo Autocensura, la consecuencia a la vigilancia masiva
Su autora, Gina Tosas, dedica este artículo al acto celebrado en el Palau Macaya de Barcelona, donde varios expertos se reunieron para debatir sobre “la autoprotección y la defensa de la privacidad en la era de la vigilancia masiva”. Un acto que clausura las actividades organizadas, precisamente, en torno a la exposición Big Bang Data del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona cuyo comisario, José Luis de Vicente, compartió el artículo por Twiter. Publicado en La Vanguardia 07/11/14.
lavanguardia.com/autocensura-consecuencia-vigilancia-masiva
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